A diferencia de otras oportunidades en que los resultados electorales han sido favorables para darle continuidad a esta pesadilla socialista, no me sentí tan triste esta vez. Reconozco que sí tenía esperanza de que la reforma no fuese aprobada. La insaciable sed de poder por el poder es tan evidente como la ineptitud de esta administración. El descaro de solicitar más tiempo para seguir siendo uno de los peores gobiernos de nuestra historia, y su consecuente aprobación, más que entristecerme me desconcertó. Ya estoy acostumbrado a no pertenecer, más aún, a no querer pertenecer, a los círculos sociales más comunes. No veo ni me gusta el béisbol, no me gusta el reguetón, no soy el alma de las fiestas, no tengo amigos en mi edificio, en mis metas de vida no está casarme o tener hijos, etc. No soy el venezolano modelo precisamente, pero que más de 5 millones de personas no puedan ver, o que no les importe, que la preocupación principal de este gobierno es mantenerse en el poder por encima de cualquier otra cosa y que habiendo tenido la oportunidad de resolver, o al menos poner en marcha un plan exitoso para solucionar, al menos uno de los problemas más grandes de nuestro país y que haya fallado miserablemente, o mejor dicho, peor aún, que no se hay ni siquiera intentado, me deja perplejo. Ya no es una cuestión de que tengamos gustos o valores distintos, es que no manejamos ni siquiera el mismo proceso lógico de pensamiento. Es el rechazo a la modernidad. ¿Me queda suficientemente tiempo en la Tierra como para ver algún día que como sociedad entremos en razón? ¿Tengo la fuerza como para unirme al combate de este tsunami de ignorancia, sobre todo sabiendo que con un esfuerzo considerable pero mucho menor puedo vencerlo tomando un avión a otro lugar?
The horror…
The horror…
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